La otra semana estuvimos hablando sobre cómo nuestra realidad se parece a un sueño. Hasta la ciencia nos dice que el universo es como un holograma, ¿no?

Entonces, estos estudios y la ciencia empiezan a cruzar caminos con la espiritualidad o filosofía, la filosofía budista. Es un momento increíble, una edad dorada.

Nos encontramos en una edad dorada, pero también existe un problema. Solemos sobrevalorar lo negativo mucho más que lo positivo. Esto es un problema. Tenemos que ser conscientes de ello.

Si le damos mucho más valor a lo positivo, entonces eso será lo que nos importa. Eso será lo que tomará forma en nuestras vidas. ¿Lo entendéis?

No deberíamos sobrevalorar tanto la negatividad. Mi consejo es evitar la negatividad a menos que la uses para aprender. Aprender de la negatividad significa hacerse consciente de lo que hay que evitar, de lo que no debemos hacer en el futuro y también llegar a ayudar a los demás a comprender que el resultado directo es el sufrimiento. Entonces, desde luego, serás capaz de ayudar a los demás a afrontarlo.

En ese caso, la negatividad es buena. Debemos valorarla en ese sentido, pero solo si se usa como ejemplo de lo que no deseamos en nuestra vida. Es decir, yo siempre uso mi vida como ejemplo.

He aquí un caso interesante. Se trata de una madre que ha criado a sus cinco hijos ella sola. Por veinte años, ha trabajado en dos empleos diferentes. De esta manera ha podido criar a sus hijos, alimentarlos, educarlos, darles una educación universitaria además de cubrir todos los gastos domésticos y hacer todo lo que tiene que hacer una madre. ¿Saldrá ella en las noticias? ¿Encabezará titulares de periódicos? No.

Por otro lado, imaginemos una madre que de repente pierde el control, quizá por ser yonqui o tener problemas mentales o algo así. En su furia, en un momento de delirio, rabia y reacción, se vuelve loca y mata a su hijo. Esa mujer será noticia en todas partes.

¿Qué fue más difícil? ¿Fue más difícil cuidar a los chicos por veinte años o fue más difícil perder control de tu mente por un segundo, en un chasquido de dedos?

¿Entendéis lo que digo? Claro, imagino que matar a tu hijo es algo súper difícil, pero esto es un ejemplo de cómo valoramos las cosas.

Puedes matar un insecto en un instante, pero ¿eres capaz de armar un insecto, ensamblarlo? No. Nadie lo puede hacer, ni siquiera la ciencia.

En serio, ni siquiera pueden reconstruir las pirámides unos 4 o 5 mil años más tarde aunque el prototipo es mucho más pequeño y los científicos japoneses tienen todo el financiamiento necesario. No son capaces de crear una réplica de las pirámidas ni a pequeña escala.

Así que para armar de nuevo un insecto, ni hablar. Entonces, ¿con qué derecho nos imponemos al insecto? ¿Véis lo que quiero decir?

Si no lo podemos crear, entonces, desde luego no lo debemos destruir. Obvio. Crear es mucho más difícil que destruir y, además, no poseemos el poder de crear la vida. Solo poseemos el poder y la responsabilidad de mantener funcional la vida en nuestro cuerpo. Crear es mucho más difícil. Requiere muchísimo más trabajo y tiempo que la destrucción, incluso siendo poder nuestro.

Todo esto es un ejemplo de la evolución y la degeneración. Ya sabéis, el bien y el mal.

Si no lo puedes armar, no lo desarmes. ¿Con qué derecho lo desarmas o lo destruyes? Empezando con tu propio cuerpo.

Tu cuerpo también refleja lo que está pasando con la humanidad y con el mundo. Por lo que nos damos cuenta al final de que todo está muy interconectado. Lo que quiero decir es que le damos mucho valor a la negatividad.

Tengo un amigo cuyos padres le dieron absolutamente toda libertad. Todo lo que deseaba lo recibía. Claro, esto en comparación con la cultura en que me crié yo.

Yo crecí en India, con tibetanos. Por lo tanto, tengo una mentalidad muy oriental, asiática, que es colectiva, no tan individualista. Es tan diferente. Por ejemplo, allá, los valores no son iguales a los de occidente. Entonces, para mí, esa libertad y ese apoyo que tenía para hacer lo que quería eran increíbles.

De joven edad, quiso viajar. Sus padres siempre le facilitaban todo. Le ofrecían todo lo que deseaba. Siempre le daban su amor. Eran tan buenos con él.

Le pregunté, ‘¿Qué memoria de esa niñez tan bella y maravillosa te resalta más?”

Dijo, “La vez que mi madre me dio una bofetada”.

¡Precisamente! Es justo lo que vengo diciendo. Sobrevaloramos la negatividad mucho más. La ponemos en primera fila. La hacemos grande. Le damos importancia.

Como resultado, eso es lo que ahora predomina en nuestra vida. Es lo que estamos proyectando. Estamos creando esa realidad.

Aunque mucha negatividad nos haya ocurrido en la vida, hay algo de positividad también. Si sobrevaloramos lo positivo mucho más que lo negativo, eso será lo que predomina. Será lo que hay. Será lo que está presente si no le damos tanta importancia a la negatividad. Lo negativo perderá importancia.

De hecho, aprenderemos de la negatividad. Cuando aprendamos de ella, incluso la usaremos como herramiento para mejorar. Entonces podremos ayudar a los demás.

Entonces esto es un mecanismo que nos sirve para cómo adaptarnos positivamente a cualquier situación. A la larga, nos traerá un equilibrio en la vida porque llegaremos a ser ecuánimes.

También se trata de la percepción. Se trata de cómo percibimos. Somos nosotros quienes elegimos cómo percibir algo. Una vez que elijamos cómo vamos a percibir las cosas, entonces poco a poco nuestra actitud en la vida empezará a cambiar. Esa es nuestra responsabilidad.

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