Para ser feliz, encuentra tu equilibrio… (y siempre ten compasión)

por | Jun 27, 2021 | Luz Clara

La semana pasada, hablamos de “la bola de energía”. Espero que hayáis estado investigando esta práctica de transformar energía oscura y negativa por medio de la compasión. Cuando hacemos esto, en lugar de energía destructiva, tenemos un poder diferente que es el amor, la comprensión, la atención, el compartir y ayudarse los unos a otros a crecer y sanar. Espero que esto haya sido lo que habéis descubierto.

Muchas veces, aun si no eres tú quien ha cometido el error, es bueno pedir perdón, aunque sea tan solo para darle espacio a la otra persona para que baje a ese nivel. Así, él o ella tendrá oportunidad de decir, “Oye, ¿sabes qué? Lo siento. Soy yo quien se ha equivocado, no tú.”

¿Lo véis? Hay que dar ese espacio.

Si se trata solo de pelear como dos.., lo llamamos ‘pelea de gallos’: “Oh, mira quién tiene las plumas más grandes, quién camina más guay,” o lo que sea, … entonces solo sigue y sigue sin nunca acabar. Nunca llega a ninguna parte y solo sirve para agudizar el ego de cada uno. También nos acostumbra a meternos en este tipo de círculo vicioso de sufrimiento.

A la larga, cualquier cosa que hagas que pueda hacerle daño a alguien, eventualmente acabará por ser un sufrimiento para ti mismo. Cuando la motivación es egoísta, tal como “Pues, no. Tengo que mostrar que soy yo quien tiene razón. No me importa lo que diga ni cómo lo haga, pero, ¡tengo que mostrales que tengo razón!” Entonces, ese no es un modo compasivo de hacer las cosas.

A veces, hay que dejar que la otra persona lleve la razón para que reconozca su error. ¿Tiene sentido? ¡A que sí!

Entonces, no dejéis de enfrentaros. No caed en evasiones espirituales. ¿Ok? Si te evades con prácticas espirituales, entonces estarás practicando unos treinta, cuarenta años y seguirás estando en el mismo lugar.

La espiritualidad es complementaria. ¿Ok? El gurú es complementario. El Dharma es complementario. No vas al gurú. No vas al Dharma.

Intentas encontrarte a ti mismo. Intentas encontrar el potencial para comprenderte, para comprender la naturaleza de la mente que luego utilizas como herramienta para ayudar a los demás para que también puedan encontrar esa paz mental, esa felicidad y alegría.

La felicidad solo nos puede llegar desde adentro, ¿verdad? Lo cual me parece un tesoro. Al saber esto, al descubrirlo, tenemos ya todo lo necesario para ser felices. Solo es cuestión de percepción. Se trata de “alineamiento de hábito”.  ¿Entendéis?

Es cuestión de motivación e intención. Si tu intención surge de la empatía, de querer ayudar a que los demás mejoren sus vidas, entonces eso automáticamente te hará feliz. El resultado será siempre la felicidad y la satisfacción, ¿verdad?

Aunque la otra persona no te valore ni sienta agradecimiento, si tu intención fue correcta, serás feliz.  La actitud del otro es cosa suya. No puedes asumir los errores de los demás y hacerlos asunto personal. No se pueden mezclar. Espero que lo veáis.

Hay un relato sobre el Buda. Cuando Buda empezaba a enseñar, era como una gran amenaza para los hindúes y las otras religiones de aquel entonces.

Había un hombre que era un tipo de sacerdote. Se molestó muchísimo con el Buda. Decía, “Voy a hacer que se enoje en público para que todos vean que no es un un verdadero maestro o un verdadero Buda,”  o algo así.

Así que fue a provocar al Buda. Estaba enfurecido. Estaba lleno de odio e ira y otras emociones parecidas. Empezó a gritarle aún estando lejos del Buda. Vino acercándose, más cerca y más cerca. Entonces, estando muy de cerca, seguía gritándole. En realidad lo insultaba para ponerle a prueba. El Buddha para nada se inmutó. Sonreía, súper tranquilo, súper feliz.

Pasada una hora, el hombre se pregunta, “¿Por qué? ¿Qué pasa con este tío?”

Llegó el momento en que simplemente se dio por vencido. Decía, “Wow, el Buda es tremendo. Esto es increíble. No se ha enojado como lo hubieran hecho los demás.”

Entonces, se arrodilla. Dice, “Oye, Buda. ¿Me puedes explicar…?  ¿Cuál es tu secreto? ¿Cómo es que no te ha afectado? Porque nadie podría soportar tanto ataque verbal delante de todo el mundo. Cualquier otra persona se pondría nerviosa y defensiva, se protegería o algo parecido.”

Entonces, el Buda hizo algo que solía hacer a menudo, contestó una pregunta con una pregunta. El Buda dijo, “Voy a hacerte una pregunta. Si alguien viene a tu casa con un regalo que no aceptas, ¿a quién le toca quedarse con el regalo?” Esa fue la respuesta que le dio el Buda al hombre.

Con eso el tipo se asombró, “¡Wow!”. Anonadado. “Pues, sí,” se dijo, “Me toca a mí quedarme con toda mi mierda”.  Se marchó, pero, al menos su mente se había transformado.

Me encantan estas historias porque dicen mucho sobre muchos aspectos de la vida. Es verdad. Muchas veces nos tomamos a pecho lo que hacen los demás porque tenemos la expectativa de que nos amen, nos aprecien, o nos den las gracias. Por esa razón no amamos incondicionalmente. Existe una condición.

Si lo que llamas “amor” resulta en sufrimiento, entonces no es amor verdadero. Es un aferramiento. El amor incondicional no viene con ataduras. No hay exspectactivas.  No se trata de “Ok, te amaré si estás solo conmigo.”  ¿Entendéis? Ese no es un amor incondicional.  ¡Venga ya!

Tal vez no estéis de acuerdo conmigo pero, ese tipo de situación la he experimentado muchas veces. Es difícil.  A veces debemos retarnos y ser más flexibles para poder encontrar ese equilibrio interior que todos deseamos.

Mi padre siempre decía, “Todo con moderación”, ¿sabes?… todo con equilibrio… todo con límite.

¿Qué decís?  Todo con moderación es bueno. Cualquier cosa sin moderación es mala. Me parece que esto viene del dramaturgo cómico romano Plauto. “La moderación en todo es la mejor política.’

La idea es que, sin moderación, incluso el agua te puede matar. En los Estados Unidos hay un concurso de beber agua. Alguien bebió tanta que su estómago explotó. Entonces, como véis, todo con moderación.

Es bueno saber dónde están los límites. No estoy diciendo que hay que comer algo radioactivo. Hablo en general, sobre nuestro interior. Tenemos que ser capaces de encontrar ese equilibrio. Muchas veces surge la pregunta: “Oh, pero esto…”  “Oh, pero, ¿es así?”  “Está bien?” “¿No está bien?” “Oh, da, da, da, …”. Ya sabéis. Es que a veces las preguntas las tienes que contestar tú mismo. No siempre puedes depender de que alguien te diga la verdad. Debes saber descifrar lo que vale para tí. ¿Qué vale?  ¿Cuál es tu verdad?

Muchas veces queremos dejarnos llevar. Queremos que alguien nos coja de la mano y nos traiga a rastras a alguna parte.

¡No! A veces hay que caminar solo. Entonces, debemos tomar esa decisión. Debemos elegir lo que es bueno para nosotros, igual que identificar lo que no es.

No os engañéis. Enfrentaos. Revisaos. Preguntaos, “Ok, ¿adónde quiero ir?” “¿Qué quiero lograr?” “¿Cómo quiero ser feliz?”

Si eres feliz manteniendo un horario disciplinado, eso es bueno. Mi padre siempre ha sido muy disciplinado. Sin su horario, se siente súper infeliz. Necesita su horario.

En cuanto a mí, todo lo contrario. Si soy demasiado disciplinado, si me apego demasiado a un horario, me pongo paranoíco. Me pongo nervioso.

Esto sucede porque mi niñez fue súper programada, súper disciplinada. Así que necesito alguna flexibilidad. Necesito poder sentir que soy libre de elegir. Tengo que poder maniobrar, por así decir.

Entonces, cada persona debe descubrir esto por sí misma. También creo que es algo importante en la vida el encontrar ese equilibrio dentro de sí. Tienes que moverte un poco aquí y allá  para descubrirlo.

No seáis demasiado extremos.

No os juzguéis demasiado.

Tampoco hay que ser flojos. ¿Entendéis?

A veces necesitamos ser disciplinados.

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