Una vez hablé sobre un amigo mío que había crecido creyéndose con derecho a todo lo que se le antojara. El trauma más grande de su niñez fue la bofetada que una vez recibió de su madre.
He oído a gente decir que cuando conocen a personas así, lo encuentran difícil. Les cuesta sentir empatía por ellos. Dicen esto porque el sufrimiento que ellos mismos han vivido y transformado ha sido considerablemente más grave.
Entiendo exactamente lo que quieren decir estas personas… Quisiera agradecerles por sacar el tema.
Sí, ya veis, lo que pasa es que a veces… de modo inconsciente solemos ver aspectos de nosotros mismos en los demás. ¿Ok?
Esto es interesante. Es casi como si… odiáramos en los demás los aspectos que odiamos en nosotros mismos. ¿Cierto? Incluso sin ser conscientes de ello.
Lo que estoy diciendo es que a veces hay algo que no nos gusta de nosotros mismos. Por eso, cuando vemos ese aspecto en otros, nos irrita.
Por ejemplo, si nos creemos débiles, veremos debilidad en los demás… Esto nos enojará o causará ansiedad o frustración según nuestra personalidad… Nos molestará o nos afectará de algún modo. Esto sucede porque nos sentimos desconcertados, especialmente si amamos mucho a la otra persona. Sucede porque vemos en aquella persona un aspecto de nosotros mismos que no nos agrada, pero que no queremos enfrentar… en nosotros mismos.
Sin embargo, en la otra persona ese aspecto sí lo cuestionamos. Es más fácil cuestionar a los demás, proyectar sobre ellos, juzgarlos. Desde luego, es especialmente fácil cuando amamos a aquellas personas. Entonces, nos afecta más. Nos incomoda.
“Oh, ¿por qué haces eso? No debes hacer eso.” Lo decimos a pesar de saber que estamos haciendo la misma cosa. ¿Lo veis? En cierto modo, es lo que ocurre.
Entonces, en algunos casos, por ejemplo, si eres resistente y fuerte y, si has tenido muchas experiencias intensas y duras a lo largo de tu vida, cuando ves a otros quejándose de algo que a tu ver es insignificante, entonces, quizás, puede que proyectes una cualidad desagradable sobre esa persona.
Miremos a Justin Bieber. Cuando visitó el Gran Muro de China, hizo que sus guardaespaldas lo cargaran en hombros por las escaleras. Hay una foto. Estoy seguro de que es cierto. Bueno, él era más joven. Era mucho más joven, pero yo vi esa foto de Justin Bieber sentado en los hombros de dos de sus guardaespaldas. Subían por las escaleras del Muro de China.
Pues, es solo un ejemplo, ves. Cuando lo vi o cuando lo ve cualquiera, lo que pensamos es, “Qué niño mimado”. Tener compasión en esa situación es tan difícil. Juzgamos. Condenamos. Tal vez porque es un aspecto de nosotros mismos que no nos gusta.
Cuando se trata de pereza, sentirse con derecho, todos tenemos algo de eso. Pero, puede ser difícil reconocerlo en nosotros mismos. A veces no lo vemos hasta que alguien nos lo señala. De otra forma, no lo veremos. Esto es el ego protegiéndose a sí mismo. Es uno de los mecanismos de los que hemos de ser conscientes.
De vez en cuando sucede que veo a padres dándoles a sus hijos una libertad y un poder enormes. Como resultado, los padres no pueden tener una conversación con nadie. El niño solos está gritando y haciendo tanto ruido porque quiere que se fijen en él. Retará a quienquiera que venga a la casa armando tanta bulla que nadie más puede hablar. Los padres no le dirán nada cuando se porta de esta manera.
Cuando permites al niño siempre hacer lo que le venga en gana, el resultado es que, si ocurre alguna cosita que no le agrada, arma la gran pataleta. Los padres entonces siempre acaban diciendo SÍ. Temen que el niño estalle en rabieta. La situación empeora cada vez más.
Lo mismo pasa con las pantallas. Cuando dejas a los niños mirar demasiado la pantalla, se vuelven como zombis, irritables y malhumorados. No quieren escuchar. Entonces, si tratas de evitar una pelea con el chaval consintiéndole en todo lo que se le antoje, aunque parezca una solución por el momento, a la larga esto será la causa de un problema muchísimo más grande y un conflicto no solo para el niño, sino también para los padres. Así que ese es otro extremo.
Por ejemplo, desde mi punto de vista o perspectiva, como soy una persona bastante normal y de mente alucinada, a veces reaccionaré pensando, “¡Qué malcriado!”
Y, en cuanto a los padres, pensaré, “¿Qué forma de educar es esa?” Puede que piense así por la educación oriental, medieval y muy feudal que he recibido. Vengo de una cultura tradicional.
Debido a esa formación, es posible que tenga una opinión crítica sobre estas personas. Es que, en la cultura tibetana, los niños respetan a sus mayores de tal forma que ni siquiera se atreven a mirar a los ojos de la persona que está hablando. Cuando los padres o el maestro les habla a los niños o los discípulos o los alumnos, los chicos miran al piso.
Entonces, inmediatamente intentaré retirar mis opiniones críticas. No tengo el derecho de juzgar a nadie. Solo ellos conocen las circunstancias, la situación. ¿Lo veis?
Posiblemente los padres jamás tuvieron nada en su vida. Por lo tanto, quieren darle todo al niño. Tal vez para ellos esa es la forma de demostrar su amor por él o ella. Tal vez, eventualmente el niño cambiará. Entonces apreciará a sus padres. En ese momento comprenderá aquel amor.
Nada de eso es asunto mío. La historia es de ellos. Es su trabajo. Es cosa suya.
Aunque no pueda dejar de juzgar, al menos puedo hacerme consciente de lo que estoy haciendo, ¿verdad? Esta conciencia ayuda mucho. Si no, como padres, posiblemente acabaríamos transmitiendo esa conducta mental negativa. Lo mismo también sucede con el abuso. Cuando entendemos esta dinámica, con tan solo ese trocito de sabiduría se puede lograr un gran cambio.
Ok, bien. Entonces, ya veis. Intento comprender a personas con problemas de primer mundo. Por eso es aún más importante tener compasión. ¿Entendéis? A estas personas de primer mundo con sus problemas de primer mundo les cuesta más valorar las cosas. Esto es especialmente cierto para personas que lo tienen todo, que poseen todo lo básico para tener una buena calidad de vida, que no necesitan trabajar increíblemente duro para conseguir lo que quieren. Espero que podáis entenderlo.
Es aquí donde la compasión es importante. Si tienes un corazón compasivo, te capacitarás para poder ver las cosas más claramente. Podrás ver las cosas como son.
Cuando nos falta la empatía, entonces permitimos a nuestra mente imponer su crítica, juzgar, etiquetar, condicionar y condenar. Nuestra perspectiva y opinión se basarán sobre una falta de consideración auténtica por estas personas y el nivel de problemas que tienen.
Sin embargo, si tenemos empatía, entonces nos permitiremos ver la situación de la otra persona. Este es uno de los pasos que nos llevará a ser más felices. ¿Veis?
Al darnos cuenta de ello, creamos la causa para ser felices. Cosa que intentamos todos encontrar, ¿no? Estamos intentando encontrar la felicidad.
Así que cuando encuentres esa paz mental, esa felicidad interior, entonces podrás ver el lado positivo de cada individuo. Podrás ver a todos con gran perspectiva. Aunque la persona sea desagradable, u horrible, o se porte mal, o tenga una actitud verdaderamente negativa, podrás reaccionar de forma favorable viéndola en una luz positiva. Podrás valorarla como persona beneficiosa. De tal manera, su actitud y sus acciones negativas no te harán daño. Por otra parte, podrás ver las cosas muy claramente. No te afectará su drama ni te liarás en él.
Gracias. Ojalá os haya sido de ayuda.
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